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Controversia de los ritos. Diálogo entre confucionismo y cristianismo

Los padres De Ursis y Pantoja se enfrentaban a un conflicto, respecto al entierro del padre Mateo Ricci, y es que a todos los jesuitas que hasta entonces habían fallecido se les enterraba en el Colegio de Macao, ya que las autoridades chinas nunca concedieron que se sepultara a un extranjero en China. 

Transportar el ataúd de Ricci desde Pekín a Macao significaba unos costes muy por encima de los ingresos de los jesuitas. Uno de los neófitos pequineses, propuso pedir al emperador Wan Li la concesión de un terreno extramuros para sepultar al padre Ricci.
La súplica petitoria fue presentada y firmada por el padre Diego Pantoja: “Yo, P´an Ti-uo (Diego Pantoja), extranjero procedente de un reino muy remoto, pero movido por la fama de vuestro nobilísimo reino, hice durante tres años un viaje peligroso para venir, con Li Ma-tou (Mateo Ricci)y con otros compañeros, a fin de ofrecerle los modestos dones de nuestras tierras. Desde entonces, Su majestad se dignó concedernos una residencia, y mantenernos a expensas del Estado, por todo lo que quedamos inmensamente agradecidos. Le hacemos saber ahora, con inmensa pena nuestra que Li Ma-tou, ya viejo y enfermo, falleció el día trece de la octava luna, en este año trigésimo octavo de feliz reino, dejándonos huérfanos y muy tristes. Siéndonos imposible, a nosotros sus servidores, trasladar su cuerpo por nave hasta su muy lejano reino, suplico humildemente a Su Majestad que se digne concedernos un poco de tierra para sepultar a nuestro muy querido Li Ma-tou, un hombre que estudió a fondo los clásicos de China y se ejercitó en las virtudes que enseñaron aquellos sabios. Por ello, yo y mis compañeros os suplicamos con lágrimas que su Majestad Imperial nos conceda benignamente algún campo, o parte de un templo. Sus sobrevivientes, yo y mis compañeros, seremos fieles hasta la muerte a lo que nos enseñó nuestro padre Mateo Ricci (Li Ma-tou): rogar al Señor del Cielo que los conceda a Su Majestad y a su buena madre una larga vida. En espera de su regio mandato, quedamos postrados ante su generosa Majestad”.

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Escrita y sellada la súplica petitoria y sacadas varias copias, debía seguir los lentos trámites de la administración imperial. El padre Pantoja llevó la carta a los mandatarios del supremo organismo Ke Lao 閣老 o Secretaría de Estado, que la mandaron. Al tercer día la carta fue devuelta al Ke Lao, para que la remitiera al correspondiente Tribunal o ministerio.

El Tribunal del Tesoro pasó la carta petitoria al Tribunal de Ritos, competente para asuntos con los extranjeros. Entonces Pantoja visitó a dos importantes mandarines de ese tribunal, regalándoles libros traducidos al chino y una descripción del globo terráqueo. 

Un mes más tarde, el Tribunal de Ritos envió su parecer al emperador, favoreciendo la súplica del padre Ricci, y sugiriendo a Wan Li que ordenara al alcalde de Pekín encontrar algún templo con terreno para la sepultura del jesuita y para morada de Pantoja y de sus compañeros.

Recibido el oficio por el emperador, lo remitió al Ke Lao; que le aconsejó que concediera lo que Pantoja suplicaba. Wan Li escribió el carácter 是 Shih: “Sea así”.Era el 17 de julio de 1610, treinta y nueve días después del fallecimiento del padre Ricci. El padre Pantoja era el primer extranjero a quien un emperador chino concedía un privilegio extraordinario.

Los días siguientes, el misionero español visitó a los mandarines que apoyaron la solicitud al emperador, ofreciéndoles agradecido regalos europeos.

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El padre Pantoja intensifícó su labor de escritor abordando temas históricos, geográficos, bíblicos, catequéticos y apologéticos. Desde 1611 a 1616 publicó en Pekín nueve obras escritas en chino; entre ellas sobresale la titulada Las siete victorias qikedaquan 七克大全 (contra los siete pecados capitales), varias veces reimpresa en los siglos siguientes. Esta obra mereció que el emperador manchú Chien Lung la incluyera en el año 1778 en su gran colección de libros excelentes. Según Cary-Elwes “... Lo merecían sus muchos méritos: por sus elevados pensamientos y la pureza de su moral, su andadura metódica y luminosa, la altura y elegancia de su estilo tradicional con exacta y concisa fraseología. Todo ello muestra que el autor estudió a fondo, no sólo a los autores modernos de la lengua hablada, sino a los antiguos clásicos. Incluso letrados no cristianos consideran que esta obra es de las más importantes escritas en lengua china”.

De 1615 a 1617 fueron unos años dramáticos para los jesuitas en China. Mientras el General de la Compañía de Jesús, Claudio Acquaviva, establecía la Vice-Provincia de China, estalló una campaña de falsedades e injurias, provocada por un letrado confuciano en Nanking, que consiguió que el Tribunal de Ritos ordenara la prisión y expulsión de los jesuitas que trabajaban en esa ciudad. 

El padre Pantoja escribió en 1616 una apología de la religión cristiana contra aquellas calumnias, y los principales mandarines cristianos procuraron también que el decreto fuera rescindido. Todo fue en vano; a principios de 1617 el emperador Wan Li decretó la expulsión de los jesuitas de China.

Diego Pantoja fue expulsado de Pekín el 18 de marzo de 1617, retornando al enclave portugués de Macao. Allí falleció en el mes de enero de 1618 a los cuarenta y siete años de edad, de los cuales veintiocho estuvo en la Compañía de Jesús, y veintiún años en China.

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En la selección bibliográfica de este bloque, destacamos la primera traducción de un clásico de la cultura china al castellano, El espejo rico del claro corazón, del que la Biblioteca cuenta con sucesivas ediciones. También una biografía sobre Confucio, que, a partir de ahora, empezará a ser conocido en Occidente gracias a las traducciones realizadas por los jesuitas. Se muestran también documentos sobre la controversia de los ritos surgida en este momento.

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