La teología que se generó durante el Concilio Vaticano II y la renovación conciliar (1962-1984)
El Concilio Vaticano II (1962–1965) marcó un indudable punto de inflexión en la docencia, en la investigación y en la producción teológica de la Facultad de Teología y de Derecho Canónico. Esta se trasladó a Madrid en el curso 1960-1961. Aquella a partir del año 1967.
Jóvenes profesores, formados en la teología escolástica, pero abiertos al pensamiento centroeuropeo y muy atentos a los documentos que empezaron a llegar desde Roma, comenzaron a configurar, en castellano, una nueva manera de hacer teología, en la que la continuidad con la tradición y el diálogo con el mundo contemporáneo, proclamado solemnemente por la Gaudium et Spes, se transformó en santo y seña de su orientación y metodología.
Empezó a cristalizar, pues, un estilo diferente de pensar, escribir y enseñar teología y, también, de repensar enteramente la praxis del cristianismo.
En España, la recta final de la dictadura trajo consigo sustanciales cambios políticos, una incipiente transformación económica y numerosos movimientos sociales que reivindicaron libertad y democracia.
Si a esto se añade la separación Iglesia-Estado, la progresiva superación del nacionalcatolicismo y los primeros signos de secularización, se puede comprender la magnitud del desafío que implicó para la Facultad de Teología interpretar los signos de los tiempos y ofrecer una respuesta significativa desde una lectura creyente de la realidad cultural, social y política.
La teología sistemática experimentó una significativa reestructuración. Aparecieron nuevos tratados y se revisó muy a fondo la orientación, la metodología y el contenido de otros.
El estudio de la Sagrada Escritura, dejando atrás un uso instrumental de versículos aislados, exploró nuevos métodos de interpretación, atendiendo a criterios históricos, culturales, filológicos y arqueológicos.
La teología moral fue más allá de la casuística tradicional y se desarrolló en un paradigma personalista mucho más amplio, diverso y complejo.
El derecho canónico se centró en traducir las profundas intuiciones conciliares de Lumen Gentium, Dei Verbum, Gaudium et Spes y Sacrosantum Concilium en un cuerpo legislativo que garantizase la justicia y el buen gobierno de la Iglesia.
No todos los intentos de renovación cristalizaron, finalmente, en obras completamente rematadas durante el período de la primerísima recepción conciliar. Esta es una tarea pendiente que los teólogos posteriores recibieron de los de aquella generación.