Tras un fugaz paso por Tierra Santa (del 4 al 23 de septiembre de 1523), y breves estancias en Barcelona, Alcalá y Salamanca (1524-1527), Ignacio tomó la opción de estudiar como medio necesario para mejor “ayudar a las ánimas”. Prefería un lugar tranquilo y sin distracciones para poder focalizar su atención en las clases y lecturas, y la Sorbona de París aparecía como el contexto más adecuado para esta nueva etapa de su vida.
Con treinta y siete años de edad, el peregrino partió “solo y a pie” hacia la ciudad del Sena, en donde entraba el 2 de febrero de 1528. Ignacio confiaba en que sus compañeros de Alcalá (Calixto de Sá, Diego de Cáceres y Juan de Arteaga) se reunirían meses después con él, pero por diversas circunstancias ninguno de ellos viajó a París.
Sus deseos de llevar una vida pobre y austera le llevaron a instalarse en el hospital de Saint Jacques, pero tanto la distancia a las aulas de estudio como las precarias condiciones del hospital le animaron a cambiar la residencia. Tras unas semanas matriculado en el colegio de Montaigu por el que ya había pasado antes Erasmo de Rotterdam y probablemente estudiaba Juan Calvino, se trasladó a la que sería su residencia definitiva, el colegio de Santa Bárbara (septiembre 1529).
Ignacio se matriculó en este nuevo colegio y coincidió con Pedro Fabro y con Francisco de Javier, con los que compartió habitación y tutor, Juan de la Peña. Los tiempos de conversación y las clases compartidas fueron tejiendo entre ellos algo más que una amistad propia de universitarios. Este primer grupo de “amigos en el Señor” se fue ampliando con la llegada de Diego Laínez, Alfonso Salmerón, Simón Rodrigues y Nicolás de Bobadilla. Estos siete primeros compañeros participaron en la liturgia de Montmartre (15 de agosto de 1534) donde, en una eucaristía presidida por Pedro Fabro, se comprometieron a viajar a Jerusalén una vez terminados sus estudios, y a presentarse ante el papa si el viaje o la estancia en Tierra Santa no resultaba como ellos esperaban.
El tiempo en París supuso una etapa muy fecunda en la vida de Ignacio: completó los estudios de teología que le posibilitaban ser ordenado sacerdote (Venecia 1537), cerró un grupo de compañeros con los que podía soñar un nuevo proyecto en la Iglesia y consolidó su método espiritual, los Ejercicios Espirituales.
Todo parecía apuntar que el sueño de aquel grupo de jóvenes universitarios comenzaba a hacerse realidad, pero todavía no podían ni imaginar de qué manera.
José García de Castro Valdés, SJ
Contexto histórico
Durante los años de estancia de Ignacio en París se consolidaron y diversificaron las reformas protestantes en Europa. Lutero publicó sus catecismos y se desarrolló la controversia sobre la presencia real de Cristo en la eucaristía, negada por Zuinglio, en el coloquio de Marburgo de 1529. Ese mismo año los príncipes alemanes afines a la reforma luterana protestaron contra las medidas de la Dieta de Spira. Fracasó el intento de llegar a un acuerdo religioso en la Dieta de Augsburgo de 1530 y al año siguiente comenzó la formación de la Liga militar de Esmalkalda, que agrupaba a los príncipes alemanes protestantes. Los cantones suizos se dividieron entre católicos y protestantes.
En 1534 tuvo lugar el cisma anglicano. En Francia, donde habían penetrado estas doctrinas, aparecieron pasquines contra la misa católica y se desató la represión por la que Calvino huyó del país.
En octubre de 1534 fue elegido papa Pablo III, quien apoyaba al emperador en la 3ª guerra con Francia (1536-1538). Surgiero en nuevas órdenes religiosas como los teatinos (1524), los capuchinos (1525), los barnabitas (1530), las ursulinas (1535), entre otros.
Mª Jesús Fernández Cordero