Ver nuevas todas las cosas en Cristo: 500 años de la conversión de san Ignacio de Loyola
Introducción
Con “Ignatius 500” el P. General de la Compañía de Jesús nos invita a recordar y celebrar el gran cambio que se produjo en el caballero Íñigo de Loyola durante su convalecencia en Loyola y su estancia posterior en Manresa.
Joven ambicioso y lleno de ideales de honor, fama, poder y amores, Íñigo experimentó la frustración de una vida cortesana con la caída en desgracia y muerte de su mentor, don Juan Velázquez de Cuéllar, a lo que se añadió la brutal herida en la pierna durante la heroica, e inútil, defensa de Pamplona. Estos dos “fracasos” no serán los únicos acontecimientos que, a lo largo de su vida, le obligarán a renunciar a unos ideales o proyectos, descubriendo que Dios le llama a seguirle de modos nuevos e inesperados.
La forzada convalecencia en Loyola le brindó la oportunidad de conocer otros ideales de vida, y de soñar y desear imitar a quienes amaron y siguieron a Jesús. Del deseo pasa a la decisión de vivir como peregrino pobre, iniciando un camino que le llevará de pensar ante todo en sí mismo y su salvación, a comenzar a ayudar a otros. Hombre hecho y derecho, estudiará latín en Barcelona, y acudirá a las mejores universidades, con el fin de prepararse y estar autorizado para “ayudar a las almas”, ordenándose de sacerdote en Venecia en 1537, ya con 46 años.
Ignacio sabe bien que nada grande se hace sin compañeros, y por ello dedicará muchos esfuerzos para reunir “amigos en el Señor”, formarles, y fundar una orden, la Compañía de Jesús, dispuesta a ayudar y hacer el bien de todas las maneras posibles y con todos los medios a su alcance.
La “conversión” de Ignacio de Loyola nos recuerda, como ha escrito el P. General Arturo Sosa, que “hay muchos momentos en la vida de una persona que pueden ofrecer una oportunidad para abrirse a la trascendencia”, y que ésta “no se da nunca de golpe y porrazo, sino que se trata de un proceso que dura toda la vida”. Ignacio y sus compañeros no dejaron nunca de ser peregrinos, dejándose guiar por el Espíritu “adonde no sabía”.
Francisco Ramírez Fueyo, SJ